Mi gato hace uyuyui y el tuyo no
Tres años ha que tengo el uso y disfrute del gato de mi compañera de piso. Y no es coña lo del "uso y disfrute".Todo empezó cuando me trasladé a vivir con mi mejor amiga de adolescencia y nada más llegar con maletas, cajas y apenas una cama plegable, el gato me obsequió con un maullido de “bienvenida” que me hizo soltar la lagrimita allí mismo. El Mintxi (nótese la utilización intencionada de “el”) es el gato – perro por excelencia. ¿Qué que es un gato – perro?. Pues es un perro en un cuerpo de gato. Que no sólo existen mujeres en cuerpos de hombre y viceversa, no os vayais a creer.
El mundo animal, como nos enseñó Félix Rodríguez de la Fuente cuando éramos canijos y no había otra cosa que ver en la tele, está lleno de contradicciones. Y el gato de mi compañera de piso es un claro ejemplo de ello.
Pero volvamos al Mintxi. Es un gato que si le llamas, acude sin dudar. Que te da la tabarra para que le hagas cariñitos. Que se duerme en tu regazo mientras ves la tele. Que te regaña con contundentes maullidos cuando le abres la puerta de la terraza si se ha quedado encerrado por accidente (mi compañera de piso C. y yo declaramos unánimemente que siempre es por accidente, no sea que lea esto alguien de la protectora de animales y nos mande a Sin – Sin). Que odia quedarse solo en casa. Que te sigue a todas partes maullando. Que adora los yogures naturales y los flanes de huevo y que te viene a ver a la cama en cuanto oye la mínima señal de que estás despierta. O sea, un gato que es tan pesado como un perro pero con tamaño de gato y bigotes.
Para que os hagáis una idea:
“Un día de maullidos con Mintxi”:
Casa de C. y Sheena 06:10 a.m.: maullido de “buenos días” a una todavía dormida Sheena. Acompañamiento del gato – perro en todas las labores mañaneras con maullido de “yo también quiero desayunar, ponme comida”.
Casa de C. y Sheena 07:20 a.m.: maullido de “adiós, hasta luego, que tengas un buen día”.
Casa de C. y Sheena 16:00 p.m.: gato- perro tras la puerta del piso. Maullido de “hola, ya era hora de que volvieras”. Acompañamiento del gato – perro mientras Sheena se pone la comida. Maullido de “yo también quiero comer, ponme comida”.
Tarde en casa: gato – perro duerme plácidamente hasta la hora de cenar.
Tarde fuera de casa: gato – perro tras la puerta del piso. Maullido de “hola, bienvenida, ya era hora de que volvieras”. Acompañamiento mientras Sheena se hace la cena. Maullido de “yo también quiero cenar, ponme comida”.
Casa de C. y Sheena 22:30 p.m.: hora de irse a la cama. Gato – perro se queda decepcionado cuando Sheena le cierra la puerta de su habitación en las narices - perdón, en el hocico - y opta por no ofrecer a la susodicha maullido de buenas noches como castigo. Sheena coge en brazos a gato - perro y le achucha con cariño. Gato - perro se queda tan contento, olvidada su promesa de venganza por haberle cerrado la puerta en el hocico.
Son tan monos...
El mundo animal, como nos enseñó Félix Rodríguez de la Fuente cuando éramos canijos y no había otra cosa que ver en la tele, está lleno de contradicciones. Y el gato de mi compañera de piso es un claro ejemplo de ello.
Pero volvamos al Mintxi. Es un gato que si le llamas, acude sin dudar. Que te da la tabarra para que le hagas cariñitos. Que se duerme en tu regazo mientras ves la tele. Que te regaña con contundentes maullidos cuando le abres la puerta de la terraza si se ha quedado encerrado por accidente (mi compañera de piso C. y yo declaramos unánimemente que siempre es por accidente, no sea que lea esto alguien de la protectora de animales y nos mande a Sin – Sin). Que odia quedarse solo en casa. Que te sigue a todas partes maullando. Que adora los yogures naturales y los flanes de huevo y que te viene a ver a la cama en cuanto oye la mínima señal de que estás despierta. O sea, un gato que es tan pesado como un perro pero con tamaño de gato y bigotes.
Para que os hagáis una idea:
“Un día de maullidos con Mintxi”:
Casa de C. y Sheena 06:10 a.m.: maullido de “buenos días” a una todavía dormida Sheena. Acompañamiento del gato – perro en todas las labores mañaneras con maullido de “yo también quiero desayunar, ponme comida”.
Casa de C. y Sheena 07:20 a.m.: maullido de “adiós, hasta luego, que tengas un buen día”.
Casa de C. y Sheena 16:00 p.m.: gato- perro tras la puerta del piso. Maullido de “hola, ya era hora de que volvieras”. Acompañamiento del gato – perro mientras Sheena se pone la comida. Maullido de “yo también quiero comer, ponme comida”.
Tarde en casa: gato – perro duerme plácidamente hasta la hora de cenar.
Tarde fuera de casa: gato – perro tras la puerta del piso. Maullido de “hola, bienvenida, ya era hora de que volvieras”. Acompañamiento mientras Sheena se hace la cena. Maullido de “yo también quiero cenar, ponme comida”.
Casa de C. y Sheena 22:30 p.m.: hora de irse a la cama. Gato – perro se queda decepcionado cuando Sheena le cierra la puerta de su habitación en las narices - perdón, en el hocico - y opta por no ofrecer a la susodicha maullido de buenas noches como castigo. Sheena coge en brazos a gato - perro y le achucha con cariño. Gato - perro se queda tan contento, olvidada su promesa de venganza por haberle cerrado la puerta en el hocico.
Son tan monos...
Etiquetas: Basado en hechos reales
1 comentarios:
Sábado, nueve de la mañana...
Ese gato tiene suerte de seguir respirando.
Te lo digo yo...
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